lunes, 19 de septiembre de 2011

Interculturalidad y diálogo religioso; Reflexión


Un aspecto esencial del dialogo intercultural es el dialogo interreligioso. De todos y todas es sabido que las religiones han propiciado enfrentamientos e injusticias a lo largo de la historia y hasta nuestros días. De hecho este es uno de los principales argumentos que esgrimen con fuerza muchas personas y colectivos que niegan la validez de la religiosidad.

Aquí en occidente nos llega a parecer innecesaria la religión, nos sentimos protegidos por el sistema que hemos creado, predominantemente económico, y desechamos con insistencia nuestra espiritualidad y la religión como parte de ella. Nos hemos visto desencantados por organizaciones e instituciones que utilizan esa religiosidad o espiritualidad propia del ser humano para, abusando, establecer un orden social interesado y guiar la voluntad de sus fieles hacia su propio provecho. Tenemos la sensación de que es algo superado en la historia reciente en la que, con mucho sacrificio, hemos obtenido y garantizado libertades fundamentales para desarrollarnos como personas. Estas libertades, adquiridas desde hace apenas dos siglos, nos han vuelto etnocentricos y nos ha llevado a designar a aquellos que son diferentes como inferiores, por tener otros valores, considerando los nuestros como los verdaderos.
En la actualidad, el momento historico en el nos encontramos, este sistema economico que es nuestra realidad más cotidiana, se ha convertido en un sistema globalizado, que nos ha traido a nuestro barrio o pueblo gentes de todo el mundo y de todas las creencias, con las que estamos coexistiendo y con las que tenemos que aprender a convivir. En ellos podemos ver que las religiones hoy en día siguen teniendo una influencia considerable en los hábitos cotidianos y en las tradiciones de más de las tres cuartas partes de la población mundial. Es por ello que hoy en dia se hace casi imprescindible un acercamiento en este ámbito.

A todo esto, surgen varias preguntas; ¿Como podemos los occidentales, que hemos dejado de lado la religión y muchas de sus creencias y costumbres, establecer un diálogo sólido y prospero con gentes que poseen un credo arraigado, lleno de espiritualidad y que rige sus vidas? ¿Puede haber entendimiento posible? Es difícil llegar a creer que personas de confesión islamica, por ejemplo, comprendan, acepten y aprueben la “fé descafeinada” que existe en las sociedades occidentales. Pero del mismo modo es igual o más difícil entender que los occidentales, simplificados por la misma “fe descafeinada” y faltos de espiritualidad lleguemos a entender el significado que para un islámico tiene la religión, sus costumbres, sus símbolos y su iconografía.

Se plantea difícil pues, el reto de un dialogo interreligioso. Pero si atendemos a las causas de esta falta de entendimiento, nos damos cuenta de que la dificultad que se plantea va más allá, estamos delante de un problema antropológico. Este problema radica en que tenemos nuestra cultura tan arraigada que estamos acostumbrados a ver muchas cosas como “verdades verdaderas”. Siempre hemos tenido la pretensión, propia de nuestro etnocentrismo, de buscar y llegar a la verdad, mediante la ciencia principalmente y mostrarla y asumirla como única y verdadera.  La pretensión de tener razón, de poseer la verdad se traduce inevitablemente en actitudes de desprecio e intolerancia hacia los demás.

¿Se puede hablar de verdadero o falso, de correcto o incorrecto, de acertado o equivocado, a la hora de iniciar un diálogo entre religiones? ¿Se podría decir que todas las religiones son verdaderas?  ¿o todas falsas? ¿o que una lo es y las demás no? Para evitar este “peligro”, habría que cambiar de actitudes. Si se prescinde de las nociones de verdad y falsedad, y se acepta, como punto de partida, la igual validez de todas las posiciones, entonces sería posible un verdadero diálogo interreligioso, en el que todas las religiones se encuentran  dotadas de igual verdad.


 Aceptar y creer en la verdad del propio punto de vista es imprescindible para entrar en diálogo con el otro. Pero no basta. Hay que saber buscar la verdad en las palabras y en los ojos del otro. También hay una verdad, una superior a tener en cuenta en todo dialogo; la del valor de la vida, el valor del respeto, la de tener en consideración que cada hombre, cada mujer, tiene un valor muy elevado, La dignidad del ser humano es una “verdad”, no una opinión o algo que no sabemos si vale o no vale. Por lo mismo, hay que saber decir, con valor, que quien niega esta verdad está en el error, un error peligroso que puede llevar a actitudes gravemente intolerantes.


Es por ello que, en un mundo donde hay muchas diferencias y poco esfuerzo no podemos vivir encerrados en conchas herméticas donde cada uno acepte tener toda la verdad sin confrontarnos con puntos de vista distintos

Quizás con ello se nos dé la oportunidad de valorar que existen muchos puntos en común y que podemos trabajar juntos para defender la dignidad de la persona, la justicia y la paz. Y sin ocultar las diferencias, puede unirnos a todos y hacer posible una convivencia pacífica, de entendimiento y comprensión mutua. Un entendimiento al que, como miembros de las nuevas generaciones, estamos llamados a resolver, teniendo claro que no existe el progreso y el desarrollo si éste no es justo para todos. 

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